Mi primera obra genial y única en su tiempo pues no había nadie capaz de ser tan loco o incluso imbécil como nosotros, mi primer trabajo serio decía, que demostró que yo iba para loco muy serio, lo hice con 13 años recién cumplidos, una edad excelente para demostrarse así mismo… que todo es posible.
Mi amigo y yo nos enteramos que iban a tirar una tapia de nuestro barrio para construir un edificio enorme, tremendo, en un barrio de casitas bajas. Nos parecía en los finales de los años 60 del siglo XX, como el asalto de la modernidad contra los barrios de toda la vida. Lo entendíamos a medias.
Debo recordar que mi barrio tenía el matadero de la gran ciudad y allí paseaban los corderos todas las tardes sin que ellos supieran que iba a ser su último paseo. Por eso, creo, cagaban más de la cuenta.
El caso —y vuelvo a mi primera obra genial— que aquella pared que iban a tirar daba al sol de la mañana, al sureste potente. Y como era de ladrillo caravista, estaba llena de lagartijas un poco tontas, pues cuando se quedan mirando al sol se las puede coger con suma facilidad. Las pasa lo mismo a las moscas.
Así que nosotros dos, amigos de los animales por culpa de un tal Félix, nos propusimos cambiar a las lagartijas de pared, trasladarlas a otro sitio para que no murieran aplastadas por las máquinas.
Podría parecer una boutade infantl, pero es posible que se superaran las 200 lagartijas movidas de calle, las que conseguimos trasladar en una semana. Las cogíamos por la espalda, con dos dedos, y las metíamos en una caja de zapatos que tenía una abertura chiquita en su zona superior, pegada con un celo. A la sumo les cortamos el rabo (sin querer y en plano ejercicio de caza y traslado) a media docena de las lagartijas de Montemolín.
Habría más de 500 calculamos nosotros. No todas se dejaban coger a la primera. Algunas eran viejas listas que nos veían llegar y se escondían entre los huecos de los ladrillos.
El caso es que un lunes después del colegio, cuando llegamos a la pared…, allí no había lagartijas… ni pared. Obvio. Nunca supimos si las lagartijas eran capaces de escapar del desastre ni a donde fueron a parar. Pero nosotros hicimos lo que pudimos, pues para eso éramos unos locos voluntarios.