13.2.24
Cantando con mal olor en la calle de Valencia
Colocar a la Diva por encima de las basuras no parecía un buen ejemplo, pero a veces los que mandan no son diseñadores de las oportunidades. El caso es que aquella mujer cuando cantaba expulsaba aires mal olientes, como no podía ser de otra manera. Cuanto más fuerte cantaba desde lo alto, peor les olía la calle a los pobres vecinos del barrio.
Las quejas se ampliaron cuando a la mujer le crecieron los pechos de tanto hinchar los pulmones, lo que suponía más aire por cada grito operístico, con cada bocanada de aria solemne.
Optó ella misma por comprarse un traje volandero para agitar los aires y difuminarlos, moviendo con gracia disimulada los brazos como si deseara ponerse a volar. De esa manera y agitando casi con ventolera el aire de la zona, creía que podría disimular los malos olores. Pero tampoco funcionó bien aquello.
Tonta no era, simplemente cantante de ópera y muy potente, todo hay que decirlo. Y optó de nuevo por tomar decisiones suyas, e intentar evitar que sufrieran los vecinos. Compró una gran paellera, enorme y eso es cierto, que yo la vi, y se la puso a los pies para que al agitar los brazos y a su vez expulsar los aires del pecho renovado y en crecimiento, no atrapara posibles malos olores desde la basura de abajo. Pero tampoco la paellera fue suficiente. Por los aires subían y bajaban los malos tufos, y se expandían por las calles del barrio. Tanto gasto y para nada.
Nadie pensó en lo lógico, en lo básico.
Nadie reflexionó en serio sobre el problema para darle una solución definitiva a los vecinos y sobre todo a la Diva del Bello Canto. Y la verdad es que la solución parecía de lo más simple, pero a veces la lógica es la que más tarda en llegar.
Finalmente el Concejal del barrio, harto ya de las quejas hizo lo inevitable. Por fin.
Despidió a la cantante, la bajó de la tapia, y ya nunca más volvió a oler mal en la zona. O al menos eso dicen los vecinos.