Vamos a realizar un ejercicio literario que considerarás contrario a todo sentido, a toda forma de aprender y practicar. Piensa en que tal vez el resultado sea tan malo, que puede resultar interesante.
Vamos a realizar un relato malo de solemnidad, absurdo y asqueroso si quieres. No te censures.
Haz el relato sabiendo que quiere hacer un relato malo. No le pongas un comienzo interesante, crea una historia absurda con un personaje bobo y soso, aburrido y al que no le sucede nada.
Llénalo de tópicos que has escuchado en la calle, muchos adjetivos que no vengan al caso, lleno de adverbios superlativos, que no tenga desarrollo ni nos lleva a ningún sitio, con un final inesperado, que por no tener, no tiene ni pies ni cabeza.
Así me gusta, con tópicos, con frases hechas. Pero con detalles que el lector no se esperaba. Estamos acostumbrados a leer cosas con sentido y seguro que si planteas algo absurdo, el lector se sorprenderá.
Intenta dejarlo lleno de reflexiones filosóficas propias, a ser posible sin contrastar.
Llénalo de sinónimos rebuscados y de frases complejas de leer.
Corrígelo para empeorarlo a conciencia.
Y revisa el final del texto.
Es posible que si lo has hecho tan mal como comentamos, o al menos como nos imaginamos todos que lo has intentado, te haya quedado un texto curioso. ¿Surrealista incluso?
Si has logrado que NO sea mediocre, que sea realmente malo de verdad, no te quepa duda, habrás realizado un texto que gustará a algunas personas.
Falta ahora encontrar a los lectores, pues los hay, sin duda.
Lo peor de un escrito es que sea mediocre.
Si es de verdad malo…, es mucho mejor que un texto mediocre.