Hoy he tenido un viaje por Cataluña con unas 30 personas de Rusia, todas ellas jóvenes de clase media alta y mujeres. No había hombres desde 30 años hacia arriba, pero mujeres sí. Cosas y momentos que uno aprovecha para observar durante 11 horas. Suficientes.
Curiosamente el número de iPhone en sus manos era alta, si levantaran la mirada los viejos comunistas se disolverían ellos solos y a gritos de dolor. Vestían excesivamente correctos, sin estridencias de color y tal vez con la elegancia de hace un par de décadas.
Eres gentes normales, bien plantados todos, chicas y chicos veinteañeros con ganas de aprender y quedarse, ante las dudas de su futuro imperfecto. Han aprendido antes donde está Cataluña que Ucrania. Triste. Doloroso.
Podría decir que les interesaba la religión, o los activos inmobiliarios o el turismo como actividad desde donde crecer. Pero en pocas horas es complicado asegurar nada.
Lo curioso es que eran rusos y rusas, ajenos a las violencias, muy alejados de sus realidades territoriales, y que no se les notaba para nada que estuvieran en guerra con nadie.
Personas jóvenes que no querían destacar aunque algunas de ellas era imposible que no produjeran miradas curiosas de los que se han cruzado con nosotros. ¿Qué puta mierda son las guerras?