Estuve reunido con unos profesionales médicos de alto cargo para escucharles en sus problemas de abandono. Uno piensa equivocadamente que si eres algo o alguien, tienes asegurada la atención a tus problemas por parte de los que están por encima de ti, pero no es verdad, a veces te tienen para cubrir el puesto, el expediente, aunque seas Jefe de Servicio de un Hospital de una gran ciudad. Eran ayer veinte de esos.
Cabe dimitir, efectivamente, y de eso se trata, de intentar evitarlo, pues quien dimite se juega el futuro, y los que vienen detrás casi nunca son mejores, pues estos (los que deberían reemplazar a los elegidos con anterioridad, pues alguien pensó que eran los mejores) huyen de los nuevos puestos de responsabilidad ya quemada, de los desiertos de acero hirviendo.
—¿Y no os han recibido en cuatro meses, tras pedir simplemente una reunión para explicar los problemas?— le dije yo extrañado ante tanta insidia —¿Y para qué os mantienen a los veinte Jefes de Servicio si no quieren escuchar vuestros problemas?
Las personas quemadas ya no hecha humo. Quien tiene humo encima de su cabeza todavía no está quemado del todo. Los quemados, los que ya no sirven para su papel de cerilla, esos… ya no tienen humo y solo están de color ceniza.
Salí con una tarea añadida, la de volver a poner fuego sobre las ascuas apagadas, pues los necesitamos. Es puro egoísmo social, no podemos prescindir de profesionales que han llegado hasta lo alto de la cima, y luego los dejamos abandonados.
Yo no fumo, pero al salir de la reunión me fui a un estanco y me compré un mechero. Todavía no sé qué haré con él.