Cada día se reconoce más a la escritura un efecto terapéutico y de apoyo a la salud, mental sobre todo. Necesitamos conocernos, explicarnos, recopilar nuestros problemas o dudas, recapacitar, reflexionar con nuestros propios pensamientos para buscar salida a los asuntos molestos que pueden surgirnos.
Esconderlos no es la fórmula, así que escribirlos o relatarnos, es un buen método de reflexión al menos.
Lo podemos hacer oralmente, y no es necesario hacerlo en voz alta. Reflexionar es muchas veces simplemente contarnos oralmente qué nos preocupa. Escucharnos nosotros mismos.
Pero escribir va un punto más lejos. Además de reflexionar para escribir, tenemos que articular un relato completo, y sobre todo, aquello queda escrito para una lectura posterior.
Es muy útil escribir para vaciarnos. Pero a su vez es muy interesante como documento de reflexión posterior. Para ver de qué manera avanzamos.
Necesitamos un papel, un lápiz bolígrafo o pluma, tiempo, un lugar tranquilo que puede ser en nuestra casa o en un bar o biblioteca. Bastante soledad y ganas de vaciar nuestros problemas sobre un papel.
Es una excelente manera de escucharnos, de planificar los problemas y de analizarlos con un punto más de calma. Los sacamos de la cabeza y los vemos sobre un papel. Ya tienen forma.
Pueden ser escritor en forma de diario, pero también en cualquiera de las numerosas formas que existen para escribir.
Una carta ficticia a alguien fijo, por ejemplo a tu padre, a tu hijo, a una amiga que no existe, a tu madre.
Puede ser un artículo de opinión en donde en tercera persona analizas un problema como si no fuera tuyo, como si te lo hubieran planteado por otra persona.
Puede ser un artículo de prensa donde relatas una serie de problemas o realidades al público lector, etc.