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Si todo fuéramos diciendo por la calle lo que pensamos, apañados estaríamos todos.
En la relaciones con los demás hay que tener educación, empatía, elegancia, a veces silencio, otras incluso debemos ser capaces de transmitir pequeñas mentiras, porque se debe ser benevolente con los que nos rodean, sin pensar además, de que es muy posible que nuestra verdad no tiene porque ser "la verdad".
Seamos un poco más suaves, y no pensemos que nuestra opinión tiene más valor si la espetamos a la primera de cambio; ni pensar que lo que nadie se atreve a decir es muestra de valentía, sino de imbecilidad.
Con los demás, hay que construir, no destruir.