Hoy un viejo amigo ha visto cumplidos sus deseos de que tras ser incinerado sus cenizas se repartieran por la fosa común del cementerio.
No creía ser valedor de ninguna fosa personal, de ningún recuerdo tras su muerte, de ningún espacio en el tiempo.
Una decisión dura, compleja, respetable, no merecida.
Pero cumplida como él ordenó en vida.
Somos espacios que se mueven en el tiempo. O somos tiempo que se mueven sobre los espacios que ocupa. No lo sabemos bien.
Tal vez no seamos nada. O ni tan siquiera nada.
Adiós, Paco “El Colchonero”, padre de un buen amigo, del que siempre recuerdo su sonrisa.